El murciélago habita en Buenos Aires desde antes de su fundación. Quizás tranquilamente ahora uno está durmiendo en su taparrollo y formando una colonia en él.

En las ciudades, las especies que se han adaptado a interactuar con el hombre utilizan espacios en desuso de edificios abandonados, taparrollo de persianas, altillos o campanarios. Siempre sitios cerrados y oscuros.

Los Murciélagos se vuelven invitados indeseados cuando instalan sus sitios de residencia en los edificios y existen buenas razones para no tolerar su presencia. Los chillidos que emiten los murciélagos son molestos. Su excremento y orina causan olores desagradables y persistentes; aparte de manchar las paredes y techos, pueden atraer a otros insectos y otras colonias de murciélagos, aun cuando la colonia original se haya fragmentado.

Desde el punto de vista sanitario, puede generar inconvenientes ya que la acumulación de excremento, crea un ambiente favorable para el crecimiento de la histoplasmosis capsulatum, una bacteria que puede producir infección pulmonar conocida como histoplasmosis.

Además, existe el riesgo de que alguien entre en contacto con un murciélago rabioso, aunque se estima que sólo el 0,5% de la población de murciélagos posee el virus, igualmente es conveniente evitar cualquier contacto con estos mamíferos.